Regional

¡Familia vive terror en la Irapuato-Salamanca!

El modus operandi de la pesadilla fue así: dejan grandes piedras en la autopista, te detienes por precaución o golpe y llegan empistolados a amenazarte

Nunca imaginé que un viaje en carretera para ir al sepelio de un tío en la Ciudad de México se convertiría en una pesadilla de la que afortunadamente pude despertar…

El modus operandi nos acorraló: hombres, una y otra vez desde hace algunas semanas en la misma zona, colocan grandes rocas en la autopista. Algunos conductores pegan con ellas y otros logran detenerse.

Es el momento cuando atacan los empistolados. No les importa si quienes van en los autos son niños, mujeres, adultos mayores, embarazadas, amenazan a todos a punta de pistola entre la oscuridad del tramo, donde cerca hay un poblado.

Eran los primeros minutos del domingo, acabábamos de pasar la refinería de Salamanca, acompañábamos a mi mamá, una persona mayor, a dar el último adiós a su hermano.

Circulábamos por la carretera Irapuato-Salamanca en el kilómetro 52 cuando una trampa de varias rocas del tamaño de un balón casi nos provocan una volcadura. Solo sentimos la brusca maniobra y escuchamos que las llantas se ponchaban.

Tras el susto, mi hermana, que era quien manejaba, logró controlar el auto y salir de la carretera para ver los daños ocasionados a la unidad: dos llantas ponchadas que no nos permitían seguir nuestro camino.
Pero no era lo peor…

Nos dimos cuenta de que tres unidades más estaban en las mismas circunstancias, con daños graves, una de ellas, y sus ocupantes hablando ya por celular para pedir ayuda.

En ese instante, un encapuchado salió de entre la oscuridad y pistola en mano nos pedía que le diéramos todo lo que traíamos, yo estaba a cuatro metros de distancia de él, la mirada de odio y su pistola iban dirigidas a mí.

‘Milagrosamente’ en ese momento pasó una patrulla por la carretera de enfrente, hecho que ocasionó que el empistolado corriera en medio de la oscuridad y que sus acompañantes (ya que no actúan solos, según nos enteramos después) no se acercaran al lugar.

Con temor seguimos en el lugar esperando a que llegara el apoyo, pero la incertidumbre regresó al ver a lo lejos las luces de varios celulares y gente acercándose a nosotros.

“¿Cómo están, se encuentran bien?”, fueron palabras que me devolvieron el alma al cuerpo, ya que eran tres hombres que armados con palos salieron a auxiliarnos, porque ya sabían que eso cada vez pasa con más frecuencia.

Uno de los tres hombres le pidió a los otros que quitaran las piedras y nos recomendó pedir ayuda al 086, así sería más rápido.

“Son unos desalmados que no les importa las pérdidas humanas, dejan rocas en el pavimento para que se accidenten y llegan pistola en mano a despojar a todas las personas que se accidentaron, ya estamos hasta la madre de esta situación y las autoridades no hacen nada”, dijo el ‘ángel’ que nos apoyó en ese momento.

Nos platicó que en cuanto escuchan el “tronadero de llantas”, ellos ya saben que empezó el “desmadre de estos cab…”, y salen a apoyar en lo que se pueda.

En ese momento llegaron dos camionetas de las Fuerzas de Seguridad Pública del Estado con seis elementos para auxiliarnos, y tras pedirnos la media filiación del empistolado se fueron a recorrer las colonias sin dar con su paradero.

Finalmente, con el apoyo de una grúa de Caminos y Puentes Federales, nos llevaron a un lugar seguro en la entrada de Celaya, en donde decidimos regresar a Guanajuato, pero ahora en camión de pasajeros.

Aunque el infierno que vivimos solo fue durante unos minutos y corrimos con la bendición de ser auxiliados rápidamente, me pregunto cuántas personas no regresaron a casa, a cuántas les dispararon, a cuántas las dejaron sin nada… ¿Qué tiene que pasar?

MEJZ*

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