El adiós en silencio del HGR de León

El nacimiento de la calle 20 de Enero en la colonia Obregón es un muestrario de farmacias, departamentos en renta, estacionamientos, puestos de comida, locales para desayunar, comer o cenar; venta de equipo quirúrgico, prótesis, una papelería, un giro comercial que vende ataúdes y hasta una tienda de abarrotes que se llama “Lluvia de sabores”.
Desde hace unos días hay, además de incertidumbre, comentarios encontrados tanto de comerciantes, personal médico, familiares de pacientes y hasta taxistas de la base que se encuentra frente al Hospital General Regional y es que, pese a tener poco más de 60 años en la cuña que se forma en la 20 de Enero y 16 de Septiembre como uno de los nosocomios más importantes del estado, ya está listo para cambiar de sede.
Aunque hay una enorme lona morada que dice “Después de 102 años el Hospital General que conoces evoluciona, traslado del hospital del 22 al 26 de julio”, es una pena informar que esa estructura no lleva ahí el centenar que dicen.
Y es que antes el hospital estaba donde actualmente se encuentra la escuela de Enfermería, a la vuelta, sobre la calle Aquiles Serdán, allá por 1916.
Otra cosa, no son 102 años, sino 103 si se toma en cuenta la fecha desde su primera sede que fue el 26 de febrero de 1916. En fin, los errores históricos a nadie parecen importarles. Tampoco los acentos porque en uno de los letreros del Hospital General a la palabra “León” le hace falta la tilde en la letra “o”, pero bueno, nos estamos poniendo exigentes.
Lo cierto es que todo cambio produce molestia, más cuando se afecta la zona de confort; pero también significa nuevas oportunidades.
Algunos comerciantes parecen sufrir y hasta exagerar de más “qué nos espera en el futuro” dicen a los comensales mientras el local luce esplendoroso, con mobiliario remodelado, fachada impecable y precios que bien pueden reanimar a un difunto.
Otros, más modestos, como el ubicado a la altura del #1024, venden además de tacos de bistec un poco de aderezo de esperanza “aquí venimos a trabajar, o a donde sea” y sirve dos tortas con salsa de la que pica.
Al Hospital General Regional poco a poco le van quitando las entrañas, ya se llevaron equipo y montañas de papeles; la mudanza tardará cuatro días: para el 26 de julio ya deberá estar todo limpio, o al menos listo para lo que viene.
Pero es ese “a lo que viene” lo que desconcierta a los quejumbrosos y alienta a los optimistas. Unos dicen que seguirá ofreciendo servicios médicos, otros que será un museo, algo tétrico, pero museo al fin.
Ni las autoridades saben bien qué es lo que será, pero por lo pronto, lo que sí es que es una muralla de lamentos y quejas, de “porquénostocóanosotrosDiosmío” hasta una oportunidad para seguir adelante, el famoso “ya nos tocaba”.
Una de las enfermeras del hospital al ver que toman fotos de la fachada se acercó y dijo “nosotros no estamos de acuerdo en que…” y cuando se le preguntó el nombre dijo que prefería hacer su queja anónima. No, así no, si van a hablar que sea con santo y seña.
En fin, la misma enfermera envió a un guardia de seguridad que vestía un pantalón café, gorra azul marino a la cintura y una camisa de manga larga del mismo color: “¿usted es periodista?”, pregunta con acento matón. La respuesta es afirmativa: “oiga, y sabe qué será de nosotros”. La respuesta es negativa.
Preguntando aquí y allá hay más dudas que certezas. Ni médicos, ni personas que esperan a sus pacientes, ni los mismos taxistas saben qué será de ellos, mucho menos del edificio que luce viejo, despintado y sucio de las ventanas y paredes.
Tampoco lo saben los comerciantes, comensales y chismosos, residentes, vecinos y curiosos: nadie tiene una respuesta.
Lo que saben es que ya se van, que ese hospital de todos dejará su esqueleto y se llevarán su esencia, que vestirá una nueva armadura y dejará el cascarón de 60 años; en ese edificio en donde algunos empezamos a cubrir la fuente de salud, en donde los reporteros de policía pasaban a leer partes médicos de “picados”, “muertitos” y “atropellados”; en ese nosocomio que hoy se despide con una voz en silencio y que da paso al futuro con la incertidumbre de su presente.