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El «Grillo» Sada gracias a la fe y el amor dejó las drogas y el alcohol

Desde pequeño creció en una familia, en la que por ser el menor de tres hermanos, tuvo una vida llena de lujos. No hubo deseo que no se le cumpliera, pero no todo fue miel sobre hojuelas en la vida de Hernán Sada Garza, mejor conocido como «Grillo», un día probó las drogas y su vida perfecta dio un giro radical.

Un 2 de octubre del 2019, en el Hospital Zambrano Hellion, donde internaron a su papá, Hernán Sada Garza, mejor conocido como «Grillo Sada», prometió que dejaría el alcohol y toda su vida anterior llena de excesos, lujurias y drogas…, y lo cumplió.

Un documental y un libro sobre su vida, podrían ser testimonios de aquella época de excesos, donde las drogas, el alcohol, la soledad y las falsas amistades preponderaban en su vida.

Ambos serían un testimonio para que las nuevas, y no tan nuevas generaciones, se enteren que con fe y mucho amor, se puede salir del infierno para entrar de lleno a la gloria.

El Grillo Sada es un hombre que no gusta de adornar las palabras para impresionar a nadie, «¡a mí me gusta hablar al chile!», advierte.

Uno de los días que jamás se olvidará fue cuando leyó una carta escrita por su padre, donde le expresó todo su amor y confianza que sentía.

«No esperé que mi padre me dijera todo eso tan hermoso», expresó con voz entrecortada.

En su apartamento, hay un pequeño «ejército» de gente a su alrededor, que acata sus indicaciones al pie de la letra; el trato para sus empleados es gentil, amable y en ocasiones familiar.

Con el corazón en la mano, habló de todo lo que tuvo que pasar para poder ser lo que hoy en día es: el hombre feliz que ve la vida desde otra perspectiva, alejado de todo lo que alguna vez le hizo daño; el hombre feliz que está dispuesto a ayudar, a quienes, como él, cayeron en el falso mundo de los vicios.

«Yo me acuerdo que desde chiquito tenía todo, nunca me faltó nada, a mis 8 ó 10 años ya tenía mis caballos, mis perros, mis motos, son los mejores recuerdos de mi vida, al lado de mi padre».

«¡Fue un desmadre!, mis papás me daban todo, con mucho cariño, claro. Tuve carros a los 13 años y como yo era también el consentido de mi abuelo, pues me consintieron más», dijo.

«Después me fui tres veranos de casa, me encantaba vivir. En ese viaje saco la licencia de avión, a los 15 años y ya a los 18 ya estaba volando. Regreso y ando con Karla Albuerne, ella tenía 13 años y yo 19. Anduve con ella siete años de novios y dos años de casados y me gustaría decirte de esta experiencia, amigo.

La primera vez que probó las drogas fue a los 19 años, ahí asegura se le acabó la vida, en 1986. Las cuales ya no soltó hasta los 56 años.

Afortunadamente, añade «Grillo» se juntó con unos amigos que «adrede» y a «huevo», le quitaron la «fumada», pero siguió con la cocaína.

«Desde los 16 ó 18 años de edad me tomaba una botella de amareto, luego cambié a vodka, luego a whisky y por 30 años seguí con puro tequila, una botella diaria, amanecía con la botella a un lado de la cama; despertaba, le daba un trago y después un ‘perico’; así viví».

El momento decisivo para dejar las drogas y el alcohol fue cuando internaron a s padre en el hospital. Ahí prometió que dejaría el alcohol, una cuestión que le ayudó para superar todos los demás vicios.

Asegura que lo primero que le dejó dejar los vicos fue ser feliz.

«Primero, ser feliz. Desde los 25 años que no era feliz como ahora, o sea, me la pasaba cabrón y la gente decía: ‘Yo quiero ser como ese cabrón porque se la pasa chingón’, pero no era feliz, era sólo un modo de divertirme, se me hacía normal agarrar el celular e invitar a cuanta vieja quisiera sin importar si estaba casada o no y llevarlas al gran restaurante, pagar todo. Ahorita lo que más quiero es ser feliz, ¡ya llevo 10 meses cumplidos que soy súper feliz!».

¿Pero no es una felicidad de «novedad»?

«No, porque ahora soy feliz estando solo. Ahora salgo a correr 15 kilómetros diarios a la Isla del Padre y disfruto hasta del vuelo de una gaviota. Veo allá la gente correr y me les uno, pero cuando llego a Monterrey aquí todo es un desmadre, todo».

Cuando habla de dejar el alcohol, también habla de una fe, una fe a Dios.

«Pues imagínate, tener 35 años tomando alcohol diario y 30 años echándote un ‘perico’ diario, y que un día se lo pidas a Dios y ese día no se me antojó nada, entonces es un milagro de Dios».

«No me importa a dónde me lleven, no me importa, ahí iré y si me encuentro en el camino a gente que está en ese infierno que yo viví, encantado voy para decirles que con voluntad y fe sí se puede salir de todo».

Su perfil de Instagram se puede seguir en https://www.instagram.com/p/CeKGjcqPWAE/

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